Agustín Bocos, abogado
ambientalista afirma que una exposición prolongada y continuada en el tiempo a
las radiaciones que emite el wi-fi tiene efectos nocivos en la salud. En casi
todos los colegios el acceso a internet se hace a través de wi-fi. Se estima
que los niños están un mínimo de 6 horas al día expuestos a estas radiaciones,
132 horas al mes, 1.188 horas al año. La Organización para la Defensa de la
Salud, la Fundación Vivo Sano y la Fundación para la Salud Geoambiental han
lanzado una campaña nacional para retirar el wi-fi de los colegios. Bocos es
uno de los pocos abogados especializados en contaminación electromagnética en
España, fundador de Juristas Contra el Ruido y profesor de máster en Derecho
Ambiental.
¿Por
qué hay que retirar el wi-fi de los colegios?
Emiten radiaciones
electromagnéticas a una potencia muy elevada; las consecuencias son nocivas
para todos, pero en especial para los niños, más vulnerables porque están en
pleno desarrollo.
Inglaterra,
Francia y Suecia los están retirando.
Sí, de escuelas, museos,
bibliotecas y lugares públicos. La tecnología inalámbrica no está revisada por
sanidad ni por ningún organismo que nos pueda decir qué potencia emite y cómo
se controla esa emisión.
¿Hay
estudios?
Existe un informe de acceso
público, Bioiniciative, que resume más de 2.000 estudios internacionales. En la
resolución del Consejo de Europa de mayo se recogen las conclusiones de este
informe: los estudios vinculan la exposición prolongada a radiaciones
electromagnéticas con ciertos tumores.
Radiaciones
malignas, pero necesarias.
Para conectarse existen
otros sistemas que permiten disfrutar de internet a través de la red eléctrica.
¿Qué
dice la OMS?
Ha clasificado oficialmente
este tipo de radiaciones como posible cancerígeno.
Si sumamos las radiaciones
de los wi-fi de un edificio, debemos estar todos fritos.
Mi consejo es utilizar
cable. Ya hay estudios que relacionan la hiperactividad, las cefaleas y el mal
dormir infantil con estas ondas. ¿Para qué correr riesgos, si existen
tecnologías alternativas sin riesgo?
Es el progreso.
En todo caso, hay que
apagarlo por la noche, es lo mínimo.
¿Qué
le llevó a dedicarse a estos temas?
Hace doce años, junto a un
refugio de perros y gatos, en medio del campo, instalaron una antena de
telefonía móvil. Me llamaron porque los animales estaban muy nerviosos, se
autolesionaban y querían escapar.
¿Ganó
el caso?
Sí, no tenían ni permiso. El
siguiente caso, hace diez años, fue el del colegio García Quintana de
Valladolid, en el que estaba personalmente implicado.
¿Sus
hijos?
Sí. Hubo cinco casos de
leucemia. Cerca del colegio había un edificio plagado de antenas de telefonía
en la azotea. Presentamos un escrito al Ayuntamiento explicando que había
estudios que vinculaban la leucemia infantil con la radiación electromagnética.
Queríamos saber la potencia de esas antenas.
El
alcalde debió de preocuparse.
Se negó a recibirnos, dijo
que éramos "unos padres histéricos". Pusimos una querella criminal
por una supuesta prevaricación y contra las operadoras por contaminación
ambiental. Ganamos, pero una niña murió.
¿Ha
ocurrido en otros colegios?
Ahora mismo en un colegio de
Pinto, en Madrid, hay varios casos, y en el Dos Hermanas, en Sevilla, hay
cuatro casos.
Mala
solución tienen, si queremos hablar por teléfono.
Se están investigando
tecnologías alternativas de telefonía móvil sin microondas en Japón y EE.UU.
Mientras, hay que utilizar el móvil con cautela, con el altavoz o con
aparatitos que evitan las radiaciones, porque si te lo pones en el cerebro eres
tú la antena.
Empiezan
a aparecer casos de hipersensibilidad a las ondas electromagnéticas.
Y ya hay una sentencia que
concede una incapacidad por ello, la Seguridad Social va a pagar a esa persona
una pensión de por vida. Es el primer caso, pero me temo que va a haber muchos
más.
Si sumamos las radiaciones
de los wi-fi de un edificio, debemos estar todos fritos.
Mi consejo es utilizar
cable. Ya hay estudios que relacionan la hiperactividad, las cefaleas y el mal
dormir infantil con estas ondas. ¿Para qué correr riesgos, si existen
tecnologías alternativas sin riesgo?
Es el progreso.
En todo caso, hay que
apagarlo por la noche, es lo mínimo.
¿Qué
le llevó a dedicarse a estos temas?
Hace doce años, junto a un
refugio de perros y gatos, en medio del campo, instalaron una antena de
telefonía móvil. Me llamaron porque los animales estaban muy nerviosos, se
autolesionaban y querían escapar.
La
potencia que emiten estos aparatos ¿está controlada?
España permite 400
microvatios por centímetro cuadrado. Castilla-La Mancha, 0,1 microvatios;
Catalunya, 200. En Nueva Zelanda, el nivel permitido es de 0,01, y en Nueva
Gales del Sur, Australia, 0,001. Es como decir que en un lugar se puede ir a
200 kilómetros por hora y en otro a 100.000.
¿Y
no tienen problemas de cobertura?
No. Entonces, ¿por qué
someter a la población a tanta potencia si no se necesita? La normativa
española no protege en absoluto a los ciudadanos, los niveles son muy altos, y
si quisiéramos saber qué cantidad de radiación estamos recibiendo, sólo lo
conseguiríamos poniendo una denuncia.
Uf.
No existe un sistema de
control permanente y fiable que permita a los ciudadanos saber en todo momento
las radiaciones a las que están expuestos.
Sería
necesario.
La contaminación
electromagnética se está incrementando a pasos de gigante en muy poco tiempo y
no sabemos qué va a pasar, probablemente lo sepamos cuando las consecuencias
sean irreversibles. La propia UE está instando a los estados a que reduzcan los
niveles. Hoy se estipula que por encima de 0,1 hay peligro de daño sobre la
salud.
¿Alguna
iniciativa ciudadana?
La Universidad Politécnica
de Madrid ha ideado un sistema de control permanente y de acceso libre para
todos los ciudadanos de Leganés a través de internet y de una pantalla gigante
en el Ayuntamiento.
¿En
qué punto está?
Las operadoras pusieron un
recurso, y se dictaminó la suspensión cautelar. Yo defiendo a la federación de
vecinos, y hemos recurrido. Esperemos que estos sistemas se generalicen, porque
los ciudadanos tenemos derecho a saber.
FUENTE: lavanguardia.com