Escasez de agua: ¿se avecina una crisis?



Al globo terráqueo se le ha bautizado como el “planeta del agua” en vista de que cerca de las dos terceras partes de su superficie está cubierta por ese líquido. Y sin embargo apenas un 3 % de esa agua es dulce, sin que esto signifique que sea toda potable, ya que gran parte de las reservas están contaminadas por las actividades humanas. Para colmo, la mayor parte del agua dulce está concentrada en regiones polares, glaciares y picos nevados en forma congelada, siendo menos del 1% la cantidad disponible para usos humanos, sea en el subsuelo o en lagos y ríos. Esto nos lleva a una ineludible realidad social, en que uno de cada cuatro habitantes del planeta no tenga acceso al agua tratada o potable, aún siendo esencial para su alimentación y la higiene.
Nuestro país, con la segunda mayor reserva hídrica de Latinoamérica (después de Brasil) gracias a sus caudalosos ríos, con los que en el país se podría atender a una población 20 veces mayor que la actual. Sin embargo, no escapa a la escasez de agua potable, como bien lo podemos constatar a diario debido a los constantes racionamientos a que se nos somete. Los sectores humildes son los más afectados, ya que encima de que no tienen un servicio de agua corriente, son castigados periódicamente por rígidos racionamientos, con todo las consecuencias que la escasez conlleva en términos de enfermedades infecciosas y entéricas por una higiene deficiente, empeorando la ya crítica situación asistencial.



Sin embargo, vemos a menudo cómo en casi todos los sectores urbanos se desperdicia descaradamente el agua potable, mientras hay tantas familias con dramáticas carencias del vital líquido. En efecto, en las ciudades venezolanas cada persona consume hasta unos 500 litros al día, o sea el doble de lo estrictamente necesario, estimado en unos 250 litros diarios, caudal que se aplica incluso a muchos países avanzados más austeros. Si se compara con el volumen que utilizan las familias humildes para todos sus usos -entre 20 y 50 litros por persona- podemos constatar la poca equidad con que maneja el suministro del agua y una cierta inmoralidad asociada con el derroche del líquido.
Para colmo, las empresas hidrológicas regionales son a menudo incapaces o negligentes en evitar pérdidas groseras por roturas o filtraciones en tuberías, causando que una gran parte del líquido –quizás tanto como la mitad- nunca sea utilizado sino que pasa a engrosar las aguas servidas, algo incongruente con el esfuerzo y costo para llevarlo a las áreas urbanas. Más que eso, con este derroche se está cometiendo un verdadero crimen ecológico, gracias a nuestra apatía, desidia e incapacidad.
En un país como Venezuela, con ingentes recursos petroleros, sería aún más inmoral dejar de proveer agua potable para todos, pues con dichos ingresos debería poderse cubrir holgadamente un servicio tan fundamental. Así que, habiendo tanta agua dulce en nuestra geografía, la actual escasez de agua no se debe tanto a un castigo natural sino a la mala planificación de muchos gobiernos, pues ha sido ingenuo pensar que siempre va a haber siempre la misma pluviosidad, por lo que debió haberse planificado con antelación una serie de embalses suplementarios, ante la posibilidad de sequías. Asimismo, se debió establecer desde hace tiempo sistemas funcionales más ahorrativos (por ejemplo, control de fugas en tubería y viviendas, tarifas más punitivas para el derroche, etc.), todo para hacer que el líquido esté disponible a todos los que lo requieren, estableciendo un límite razonable de suministro diario, garantizado a base de unos 250 litros por persona, acorde con el número de integrantes comprobables del núcleo familiar, algo fácil de realizar con los sistemas de computación modernos.


En Venezuela, en vista de los escasos embalses y de las recientes sequías, habría una manera relativamente económica para proveer de agua potable para regiones secas, utilizando los excedentes de combustible residual que tienen todas las refinerías. El llamado combustóleo o ‘fuel oil’, que se obtiene como residuo de la destilación del petróleo, es un líquido pesado y oscuro que no tiene mucho mercado ni en el exterior ni en la economía local, siendo costoso su almacenaje y limitando incluso la obtención de otros destilados más valiosos como la gasolina, el kerosén y el gasóleo. En las proximidades de refinerías como las de Paraguaná, El Palito, Bajo Grande y Puerto La Cruz, podría instalarse sendas plantas desalinizándolas que aprovecharían todo producto residual para quemarlo y proveerse así de la energía necesaria para el calor y la electricidad. Esto es válido tanto para las que usen el método de la destilación o el de la filtración por membranas, generalmente más económico si no se dispone de combustible abundante y barato. Incluso, se puede transportar por cisternas este combustible lejos de las refinerías, para surtirlo a bajo costo a plantas desalinizándolas más pequeñas. Al menos es una iniciativa factible que conviene estudiar, económica y técnicamente, y que podría aliviar la escasez de agua dulce en regiones relativamente secas como algunas costas zulianas, falconianas, orientales e insulares.



Mientras tanto, a los atribulados habitantes de las ciudades, con un suministro errático de agua potable, no nos queda otro camino que ahorrar el recurso hídrico, mediante un uso racional del mismo. A este efecto, ante todo hay que crear conciencia en la juventud –desde temprana edad- sobre la necesidad de prácticas ahorrativas, algo en que deberían contribuir tanto la familia como las escuelas. Adicionalmente, los medios impresos y radioeléctricos podrían aportar gratuitamente espacios informativos y persuasivos para este fin, como parte de sus campañas institucionales.

ATACANDO EL PROBLEMA DE LA ESCASEZ DE AGUA

Es de todas conocidas la crítica situación de los embalses que surten a las ciudades, por lo que se impone que no desperdiciemos el limitado suministro que recibimos actualmente, ya que se puede agudizar la crisis en el futuro previsible.
Recomendamos a todos los residentes, sean propietarios o inquilinos, que adopten estas prácticas de sentido común conducentes a la conservación del agua potable:
1) Reparar toda fuga continua de agua, sea de pocetas de inodoros o de goteos de llaves, que van agotando las reservas de forma lenta y segura.
2) No dejar abiertas las llaves mientras se enjabona, afeite o cepille los dientes, o mientras restriega la ropa y vajilla.
3) No abrir totalmente las llaves en cualquier actividad de lavado o higiene y no vaciar el tanque del inodoro a la ligera, usando el tanque completo solo para residuos fecales.
4) Tomar duchas cortas, cerrando la llave cuando mientras se enjabona. Si usa bañera, no llenarla totalmente. Y en períodos de escasez, usar un tobo.
5) Al lavar ropa en lavadoras automáticas, usarla a máxima capacidad y preferir los ciclos cortos de enjuague y lavado, más ahorrativos.
6) No lavar carros con manguera (use un tobo) ni regar excesivamente las matas de las jardineras, así como los huertos, jardines y la grama.

EL AGUA POTABLE ES UN LIQUIDO VALIOSO – NO LO MALGASTE

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