El país necesita ajustar su
moneda al valor real y asumir los costos de su mala conducta.
Devaluar no es una decisión
"cool" que se toma para agradar a la gente, como cuando le repartes
populismo. Equivale a operarse y eso duele. Lo haces porque no te queda más
remedio y en el caso de la devaluación, por culpa de un problema que el mismo
Gobierno generó.
Devaluar es reconocer la
depreciación ya ocurrida en la moneda (pérdida intrínseca de su valor en
referencia a la moneda extranjera). Un gobierno puede retrasar la devaluación
(con todos los costos que esto acarrea), pero la depreciación ocurre
indeteniblemente cuando las políticas son malas. El no devaluar cuando la
moneda está ya depreciada, como ahora, genera costos mayores a los que se
pretende evitar. Uno de los más importantes es la hiperestimulación de la
demanda de divisas baratas. Un ejemplo lo teníamos en el 4,3 Bs/$ de Cadivi y
el 5,3 Bs/$ de Sitme. Era obvio que a esos precios absurdos, la demanda era
infinita. Lo observas en el comportamiento de las importaciones, que llegaron a
superar los 56 millardos de dólares, batiendo el récord histórico del país. ¿En
2012 los venezolanos comieron más, se vistieron más o se lavaron más el pelo
que al año anterior? Claro que no.
Las importaciones desbocadas no intentaban
cubrir la demanda física de bienes sino la obtención de dólares regalados. Los
resultados son evidentes: 1) destrucción de la capacidad productiva interna por
competencia desleal, 2) sobrefacturación de mercancías, 3) corrupción en las
asignaciones de divisas y 4) valoración a precio de mercado negro en mercancías
que recibían dólar oficial para proteger costos de reposición inciertos.
El ministro Giordani tiene
razón cuando indica que el país no necesita esa magnitud de importaciones, que
es insólito que el país importe hasta el arroz y que hay personas que se
aprovechan del control para hacerse ricos ilegalmente. Las preguntas relevantes
son: ¿por qué?, y ¿cómo resolverlo?
El "porqué" está
clarito: la sobrevaluación y el control de cambios. La solución correcta
entonces es devaluar y abrir mercado, justo lo contrario a lo decretado
recientemente cuando decidieron aplicar una devaluación "pírrica" que
mantiene la sobrevaluación intacta y recrudece el control, dejando en el Estado
la responsabilidad exclusiva de la asignación de divisas. Es como ponerle
gasolina a la candela (por cierto, también absurdamente regalada).
¿Tienen ustedes dudas de que
6,30 Bs/$ es un precio ridículo? Ofrézcanle a su vecino dólares a ese precio y
vean qué les dice (estará dispuesto a vender lo que sea para comprarles lo que
tengan). A ese precio la demanda sigue siendo infinita y el problema permanece
igual. El Gobierno ha dicho que decidirá a quién, cuánto, cuándo y para qué
entregará divisas y con eso garantizará las necesidades del pueblo. Suena hasta
bonito. Uno tiende a enternecerse ante tal demostración de bondad ingenua.
El problema es que no existe
ninguna experiencia exitosa de un país que haya jugado a ser Dios decidiendo
qué es lo que sus ciudadanos necesitan, cuándo y para qué, ni que haya
controlado discrecionalmente la asignación de sus divisas y no haya generado
una matraca de corrupción que colapsa el sistema.
¿Cuál es el estado de la
nación y como la pervirtió el socialismo?
En estos largos doce años,
de destrucción socialista, y disfrutando de un voluminoso ingreso fiscal, el
gobierno manipulo esta renta fiscal para descapitalizar al capital privado, han
sido víctimas grandes, medianos y pequeños, en todos los sectores de la
economía nacional. La descapitalización de la economía se hizo deliberadamente
y fue financiada por la renta petrolera.
De esta manera, el Estado ha
desplazado a la gente y sus empresas para transformarse en un Estado que
importa alimentos, bienes durables, produce hotelería, explota y produce
materias primas, cemento, viviendas, se hizo propietario de grandes extensiones
de la frontera agrícola, creando un poder económico, con el objetivo de
transformar a los venezolanos en empleados públicos, sin los derechos laborales
básicos.
En lo que podemos
conceptualizar como una proceso contra-natura, todos los vicios del poder
absoluto se han exacerbado exponencialmente, la ineficiencia, la irresponsabilidad,
desaparecen como virtudes individuales, para convertirse en expresiones
colectivas de un Estado que ha sembrado la corrupción más allá de la recurrente
y conocida corrupción rentista conformada por sectores de intereses económicos
y políticos conocidas en el pasado. Parafraseando a Lord Acton, el poder
corrompe, y desde luego, el poder absoluto, que ha sido el norte de la
malignidad narcisista del liderazgo político, corrompe absolutamente. Cualquier
actividad del Estado, desde la más elemental de un subsidio o una acción de
caritas pública hasta las grandes decisiones en materia económica está signada
por la degradación colectiva.
El liderazgo político a
elegir debe enfrentar este reto y promover políticas públicas dirigidas a
alcanzar un clima de constricción colectiva que siembre valores que la única
renta posible de perdurar y lograr progreso familiar es la producida por el
esfuerzo individual. Desde luego ello implica la configuración de políticas
públicas que complementen redistributivamente y sobre la base de subsidios
directos y otras formas de estímulo social, a aquellos sectores menos
favorecidos, teniendo en cuenta, que solo el capital humano individual es capaz
de crear una sociedad prospera.
¿Cuánto cuesta poner al país
en crecimiento estable?
A menudo a uno le preguntan
en la calle, ¿cuánto cuesta la recuperación del país? Otros indican que la
recuperación se llevara una o dos generaciones. El gobierno se ha dado a la
tarea de sembrar dos tipos de pecados insalvables por el individuo: el odio y
el pesimismo. El odio para los sectores de menores ingresos a quienes el
gobierno educa como mendigos y componentes del servilismo socialista, y negar
de esa manera todo esfuerzo individual para dejar de ser pobre, y a los
sectores medios se les ataca y difunde desesperanza, venganza y particularmente
el pesimismo.
Y éste último quizá el que
crea el entorno de servidumbre que los comunistas en el poder buscan a todo
evento. Muchos me preguntan ¿cuánto tiempo pasaría para que Venezuela recupere
su camino al crecimiento y a la superación como país? ¡Algunos responden,
generaciones enteras! Nada de eso, Venezuela ha mostrado desde finales del
siglo XIX, donde durante 70 años los caudillos de la época estuvieron
destruyendo la nacionalidad en guerras, guerrillas y reparto entre ellos, que
puede recuperarse sin muchos traumas y muy rápido, el petróleo ayudara mucho.
En ese sentido, el próximo
Presidente tendrá la representatividad y canalizará las aspiraciones de la
gente, tiene que aprender rápidamente que para recuperar al país y colocarlo en
un camino viable para un crecimiento sustentable, hacen falta en principio el
restablecimiento de un conjunto de reglas cuyo diseño y aplicabilidad requieren
de decisiones políticas, entre ellas lo más importante, el re-establecimiento
de las libertades económicas, trituradas por el proceso político que encabezo
Chávez.
Reglas fiscales básicas
Habrá que restaurar algunas
reglas sin las cuales no será posible colocar a Venezuela en un crecimiento
sustentable. Una regla fiscal que indique a los gobiernos que endeudarse tiene
límites y que estos están allí donde la acción fiscal trae pobreza y
descapitalización. La regla fiscal fue destruida por Chávez al querer eliminar
ciertas racionalidades fiscales y presupuestarias para centralizar los fondos
públicos provenientes de impuestos, de la actividad industrial de PDVSA y CVG,
y otras actividades de empresas públicas. Todo eso hay que revertirlo y darle
estructura racional, devolviendo a las regiones alguna soberanía fiscal en base
a la racionalidad política de sus gobiernos locales. Imponer una regla de
subsidiariedad fiscal que le de autonomía fiscal y redistributiva a los estados
y municipios.
Y en el Presupuesto Nacional
reincorporar la regla que fije el endeudamiento público puede ocurrir a niveles
donde el país pueda servir alguna deuda pública que se demande. La regla fiscal
es muy sencilla, el servicio de la deuda pública no debe superar la tasa de
crecimiento de la economía, así evitaremos explosiones de precios, inflaciones
y devaluaciones. Habrá necesidad entonces de una operación de refinanciamiento
de la deuda pública, esencialmente la documentada en cabeza de PDVSA para
evitar una explosión fiscal actualmente en curso dado que el colosal endeudamiento
de estos años de revolución, muestra hay un inevitable explosión por carecer
fondos suficientes para servir la deuda pública interna y externa.
El refinanciamiento de la
deuda externa de PDVSA puede llevarse a cabo a través de un programa de debt-equity-swap,
-canje de deuda por capital- para asociar al gobierno y al Estado con capital
privado nacional y extranjero, así como ahorro nacional del venezolano común, y
relanzar la economía petrolera y ponerla al servicio del país sin tener que ser
filtrada por los mecanismos fiscales redistributivos. Afortunadamente Venezuela
cuenta con recursos potenciales en abundancia y activos susceptibles de
privatizar para reacomodar esa perversión fiscal y financiera causada por la
revolución: el petróleo y las empresas de Guayana, las cuales los gobiernos
venideros tendrán que recapitalizar con inversión privada nacional y
extranjera.
El petróleo, PDVSA y el
fisco
El modelo “rentismo
absoluto” implementado por el gobierno y la legislación creada para tal fin, convirtió
a PDVSA en un cascarón fiscal y en una empresa complementaria y suplementaria
del gasto público. Ese proceso ha descapitalizado la industria petrolera
nacional y destruida el capital humano, dejando a la industria petrolera a
expensas de incentivos políticos de los grupos de intereses políticos y
mercantilistas en el poder público.
Se eliminaron los mecanismos
de controlabilidad existentes, lo cual ha permitido fundir el balance de PDVSA
con el fisco, con lo cual se han creado serios vicios administrativos que
impiden a los venezolanos conocer el estado de la industria petrolera público y
la naturaleza de sus asociaciones con estados y empresas petroleras
internacionales en condiciones de debilidad jurídica.
El negocio petrolero ha sido
manejado en la oscuridad, la creciente deuda de PDVSA que supera los 42 mil
millones de dólares, tanto la documentada como la contingente y “deuda
flotante” han impuesto un enorme peso sobre su viabilidad económica y
financiera. La “reflotación” de PDVSA requerirá que una buena parte de su deuda
sea reasignada a su dueño, el fisco, en un futuro inmediato con lo cual el
endeudamiento público alcanzaría dimensiones financieras que tendrían un severo
impacto negativo en lo fiscal. Se necesitar amplias reformas legales y desde
luego constitucionales para devolverle al negocio petrolero su sentido
económico, y restablecer sus nexos naturales en impuestos y regalías y
dividendos con el fisco y la República.
Será necesario un acuerdo
político para re institucionalizar la industria petrolera nacional, o bien
recreando a PDVSA y tejiendo jurídicamente las barreras que la separan del
fisco, o reeditar la legislación petrolera para discutir los acuerdos,
asociaciones y contratos firmados en estos años y han contribuido a la descapitalización
de la industria petrolera nacional, la cual, hoy, para cumplir sus acuerdos
comerciales en el mercado internacional ha tenido que complementar la
producción nacional con importaciones petroleras de elevado costo, todo lo cual
afecta la contribución fiscal de la industria petrolera. La descapitalización
de la industria petrolera nacional obligara a una reedición de toda la
legislación petrolera para dar cabida a la asociación del Estado venezolano con
empresas extranjeras que permita rescatar y recapitalizar la industria
petrolera nacional.
¿Qué hacer con nuestra renta
petrolera?
Es un asunto clave destacar
que a pesar de las grandes cantidades de dólares que percibimos de la venta de
nuestro petróleo, esta actividad per se no es suficiente para mantener el
bienestar de 30 millones de venezolanos. Es por ello que el reparto, sea como
sea, de esa renta nunca sería suficiente para garantizarnos un progreso
económico sostenible. Es más, sólo para darle viabilidad a los puntos que voy a
plantear, el aumento de la producción, y por tanto de las exportaciones es una
condición necesaria y obligatoria. Claro, para garantizarnos un crecimiento
robusto y sostenible pasa por convertirnos en un país que produzca mucho más
que petróleo, pero para ello vamos a necesitar apalancarnos de esa satanizada
renta petrolera. Acá algunas de las alternativas para su uso.
Uno, una parte de esa renta
petrolera debe ser dedicada a la inversión en infraestructura para que de esa
forma se facilite la interacción económica entre los diferentes actores. Muchos
de ustedes habrán apreciado el desarrollo económico que pueden alcanzar
pequeños pueblos una vez que estos son interconectados (por carretera o por
telecomunicaciones) entre ellos y con las ciudades de mayor tamaño. Por otro
lado, también debe dedicarse esa renta a la construcción de hospitales,
sistemas de transporte y escuelas. Éste último punto, es en mi opinión muy
importante, porque creo que sólo con capital humano debidamente preparado
podremos hacer frente a un mundo más competido y competitivo.
Dos, otra parte de esa renta
debe ser dedicada a subsidios internos, pero estos tienen que ser estudiados
cuidadosamente y también deben tener en cuenta el cambio de un paradigma de
subsidio de la oferta para pasar a uno de subsidio de la demanda. Por ejemplo,
la entrega de vouchers a los ciudadanos que sólo puedan ser redimidos en
servicios de educación, salud y en la adquisición de viviendas, y al mismo
tiempo permitir que el sector privado compita en estas áreas, nos dejaría con
servicios de mucha mejor calidad que los que tenemos. Es decir, cualquier
persona podrá elegir entre hospitales o escuelas que sean públicas o privadas y
su decisión estará guiada por la calidad de servicio que se ofrezcan.
Tres, y acá puede que sea
algo polémico, pero a mi parecer parte de la renta petrolera debe parar
directamente en manos del ciudadano. Mi opción ideal sería hacer a cada
venezolano accionista de la petrolera estatal y de esa forma beneficiarse de la
entrega de dividendos, pero otras vías de transferencia también podrían servir.
De esta forma cada uno de los ciudadanos tendría un pequeña parte de renta para
cubrir las necesidades que ellos quieran.
Cuatro, con esa renta
también deben crearse dos tipos de fondos soberanos. Uno sería dedicado a la
estabilización macroeconómica cuya principal función es ofrecer un verdadero
blindaje en contra de la volatilidad del precio del petróleo, y el segundo
fondo sería intergeneracional partiendo de la premisa basada en que el petróleo
que vendamos no sólo es nuestro, sino también de nuestros hijos. El caso
noruego sería un muy buen ejemplo a seguir.
Para finalizar, es
importante que el destino de la renta petrolera, sea cual fuere, esté en la
constitución del país, y que además sea producto de una decisión por consenso a
partir de representantes de todos los sectores del país. Creo que es tiempo de
quitarles la potestad del reparto de la renta petrolera a los políticos,
quitarles esa poderosa arma política con la que muchas veces nos chantajean y
elaborar un marco institucional para que dicha renta verdaderamente termine en
manos del ciudadano.
El Banco Central de
Venezuela y una regla monetaria: bimetalismo
La inflación ha sido para el
actual gobierno un mecanismo adicional de financiamiento, para ello el gobierno
y el Presidente mutilaron la esencia de un Banco Central, su independencia y
autonomía fueron fundidas en sendas reformas de la Ley del BCV para colocarlo
bajo los intereses del Ministerio del Tesoro como fuente de financiamiento
fiscal, de hecho el BCV ha sido convertido en una especie de banco de
desarrollo que adquiere documentos de deuda de empresas públicas y del fisco a
cambio de dinero fresco, dinero inflacionario.
En ese sentido, Venezuela
muestra los indicadores de inflación más elevados del mundo, y ello como se
sabe destruye el poder de compra de salarios e ingresos de los hombres de
menores ingresos, cuyo bienestar depende casi exclusivamente de los programas
de subsidios directos que el gobierno establezca, en función de las
restricciones fiscales de la coyuntura.
El retorno a una regla
monetaria básica tiene como objetivo eliminar las condiciones institucionales
creadas por la revolución para permitir a la autoridad monetaria el uso de los
instrumentos naturales para la defensa del poder de compra de la moneda, además
de dotar al BCV de los instrumentos monetarios requeridos por la coyuntura
económica. Ello conllevara a acuerdos políticos legislativos necesarios para re
institucionalizar al BCV, derogando las últimas tres reformas de su Ley
llevadas a cabo desde la promulgación de la Ley del BCV en el año 2000. Ello
permitirá el establecimiento de los sistemas monetarios más normales
actualmente, el bimetalismo, con circulación normal del bolívar, del dólar, del
euro entre otras.
Y la conversión de Venezuela
en un país viable y confiable
Pero esto tendrá una barrera
institucional que hay que derribar de inmediato. Al mundo hay que convencerlo
que Venezuela será nuevamente un país creíble, confiable y que respetara los
contratos, algunos sacrificios en este particular tendrán que ser llevados a
cabo para recuperar el “trust” internacional del país, algo que Chávez y el
gobierno destruyeron sin razones ni explicaciones racionales, las cuales desde
luego tendrá que hacerlo en su debido momento. La irresponsabilidad en esta
materia por parte del gobierno ha causado un enorme daño al país elevado el
riesgo y en consecuencia incrementando los costos financieros a los que el país
acuda en los mercados internacionales.
Venezuela necesita ajustar
su moneda al valor real y asumir los costos de su mala conducta, para luego
rescatar los equilibrios y enseriarse. Necesita una moneda que permita a la
producción local desarrollarse. Un mercado abierto donde la demanda y la oferta
se pongan de acuerdo y los empresarios tengan incentivos para invertir. Hoy
tenemos lo contrario y el resultado es obvio: más desinversión, más inflación,
más desabastecimiento, más corrupción y más dependencia. El tema es que también
tenemos más revolución... y queda claro que de eso se trata.
Fuentes:
· De revolución se trata por Luis Vicente León
· ¿Después de Chávez qué? por Alexander
Guerrero E.
· ¿Qué hacer con la renta petrolera? por Henkel
García
excelente información!
ResponderEliminarGracias por tu comentario!
EliminarExcelente Articulo! Te felicito!
ResponderEliminarGracias :)
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