207 años de la insurrección independentista de José Leonardo Chirinos

Este 10 de mayo de 2012, se cumplieron 207 años de la insurrección independentista de José Leonardo Chirinos.

En Venezuela comenzó el movimiento revolucionario por el año de 1795, con una sublevación de negros y mestizos de Coro. Ellos proclamaron la República, la libertad de los esclavos y la supresión o disminución de impuestos. Pero fueron dominados en seguida y muertos muchos a la manera de la época: unos, degollados, "sin más proceso que el de la voz"; otros, ejecutados "a golpe de pistola"; otros "a golpe de cuchillo". El cabecilla José Leonardo Chirino, zambo libre, llevado a Caracas, fue condenado: "a muerte de horca que se ejecutará en la plaza principal de esta capital adonde será arrastrado desde la Cárcel Real, y verificada su muerte, se le cortará la cabeza y las manos y se pondrá aquella en una jaula de fierro sobre un palo de veinte pies de largo en el camino que sale de esta misma ciudad para Coro y para los Valles de Aragua, y las manos serán remitidas a esa misma ciudad de Coro para que una de ellas se clave en un palo de la propia altura y se fije en la inmediación de la aduana llamada de Caujarao, camino de Curimagua, y la otra en los propios términos en la altura de la sierra......" (Historia Constitucional de Venezuela, José Gil Fortoul).

En Churuguara (Coro, Edo. Falcón) vivía un labriego de nombre José Leonardo Chirino, fue hijo único de una indígena libre y de un negro esclavo perteneciente a una familia criolla; es entonces, un zambo libre. Jornalero, cultiva la tierra en una hacienda propiedad de José Tellería. Se casó con una esclava llamada María de los Dolores con quien tuvo 3 hijos: María Bibiana, Rafael María y José Hilario. José Tellería, solía realizar viajes de negocios a las Antillas, y en más de una ocasión el zambo se embarca como acompañante. Parece que es en la isla de Santo Domingo, en territorio del actual Haití, donde el zambo establece un más intenso contacto con las ideas y la práctica revolucionaria que tuvieron su epicentro en Francia; la noticia del momento son los levantamientos de esclavos y las tendencias republicanas que pugnan por imponerse.

José Tellería se entera de tales convulsiones y la cuestión le preocupa; Chirino también está al tanto, pero esto, en lugar de preocuparlo, lo estimula: eso de libertad e igualdad tenía que estimular a alguien que jamás ha visto un movimiento similar en tierra firme. Asimismo, estableció contacto con el proceso que se vivía en Haití donde los negros esclavos se habían levantado contra los blancos y estaban luchando con éxito para obtener su libertad. De regreso a Venezuela se incorporó a un grupo de conjurados que se reunían en el trapiche de la hacienda Macanillas (Curimagua, Edo. Falcón), entre los que se encontraba José Caridad González, un negro congolés muy informado de las ideas de la Revolución francesa.

Para 1795, la sociedad coriana se movía en medios intelectuales francamente capaces de discutir los acontecimientos históricos de la época, de tal modo que los Tellería, los Chirino, los Manzano y otros personajes de distinción, comentaban con frecuencia los sucesos e ideas revolucionarias. Los negros esclavos y libres se contagiaron de las palabras, y emocionados por el mensaje de redención que significaban - libertad, igualdad -, comenzaron a levantar los ánimos, alimentados en sus esperanzas por José Leonardo, quien decide encabezar una revuelta para imponer la "ley de los franceses"; en realidad, para destruir a sus opresores, concretados en el amo Tellería, los representantes del fisco y el gobierno en general.

En Coro había logrado fama el negro José Caridad González, quien acaudillaba a los loangos, que constituían un barrio de la ciudad con prófugos de Curazao considerados libres al llegar a tierras corianas. Este González fue y ganó cierto litigio de tierras a favor de los negros con lo cual aumentó su prestigio; era hombre culto, que hablaba buen castellano, además de francés y su nativa lengua africana.

Para 1790 llegó a Coro el recaudador de rentas Juan Manuel Iturbe, "el cual se empeñó en cobrar con el mayor rigor todas las contribuciones que ordenaba el derecho fiscal español, pero que en gran parte habían caído en desuetud en Coro". Iturbe cometió muchos atropellos, que exasperaron especialmente a las clases labradoras. De modo que esta situación, aunada a las nuevas libertarias importadas de las islas y oídas en las conversaciones de los señores, así como la natural enemiga a los amos, hicieron que hubiera un ambiente propicio para una revuelta.

Chirino se valió del nombre José Caridad González para ganar partidarios a su causa, que el 10 de mayo de 1795 se concreta en una revuelta armada desde una hacienda llamada Macanillas. Esa misma noche, unidos los negros y mulatos, encabezados por Chirino, se declaran alzados, proclamando la libertad de los esclavos y la supresión de las alcabalas. Los alzados matan al hacendado José Nicolás Martínez, saquean su casa y pasan a otros lugares con intención de invadir a Coro, como lo hacen en efecto bajo el mando de un Juan Cristóbal Acosta, pues Chirino se queda para organizar otro grupo. Animaba éste a su gente con la prédica de que el dirigente de los loangos se alzaría en la ciudad en cuanto ellos se acercaran. Pero el plan fracasó, pues organizada la defensa por el Justicia Mayor Remírez Valderraín, con ayuda de los vecinos, fueron derrotados los invasores, muerto en Coro González, sin haberse probado su intervención, y perseguido Chirino, fue hecho preso por traición de un amigo. Hubo numerosos decapitados, presos, y el caudillo condenado a la horca y descuartizamiento en Caracas, adonde fue trasladado con otros cómplices y todo el proceso. La sentencia de la Real Audiencia fue dictada el 10 de diciembre de 1796.

LA ASPIRACIÓN DE SER LIBRES

El movimiento insurreccional de José Leonardo Chirino en Curimagua, pueblo de la serranía de Coro, constituye uno de los más tempranos intentos independentistas registrados en nuestros anales históricos. Distintas causas dieron origen a este movimiento. Sociales unas, económicas y políticas otras. La variable condición en que se encontraban los negros, que eran unos libres y otros esclavos; la de los indios, que eran respecto a los tributos, unos exentos (los caquetíos) y otros demorados (los jiraharas y ajaguas), representa un motivo de importancia, pues todos los negros aspiraban a ser libres y todos los indios a ser exentos.

En el trato de los unos con los otros, tanto los negros esclavos como los indios demorados, se daban cuenta de lo injusto de su situación. Así estaban las cosas cuando circuló la conseja de que el Rey de España había acordado la libertad de los esclavos; se decía que la cédula que esto ordenaba habría llegado a Venezuela, pero las autoridades coloniales y especialmente el Cabildo de Caracas se oponían a darle cumplimiento, por ser atentatoria a los derechos de los propietarios. Para 1790 ésta era una verdad aceptada por los negros de la serranía, pues un hechicero llamado Cocofio se había encargado de propagarla por todas las haciendas.

Tratábase en verdad del llamado Código Negro promulgado por cédula real en 1789, el que, si bien no tenía el alcance que le daban los esclavos, pues en absoluto se refería a la concesión de libertad, sí establecía un régimen de mejor consideración para ellos. Para el tiempo en que se propagaban estos rumores llegó a Coro como recaudador de los derechos reales Juan Manuel Iturbe, quien puso todo su empeño en cobrar formalmente las contribuciones. Luis Bárcenas, administrador del puesto de alcabala de Caujarao, recibió órdenes de cobrar anticipadamente y en efectivo, el derecho de alcabala a todos los que bajaran de la sierra.

A las mujeres les embargaban, en garantía del impuesto, sus rosarios, zarcillos y hasta los pañuelos con que se cubrían la cabeza. Estos hechos perjudicaban principalmente a los esclavos y labradores libres de la sierra, quienes no disimulaban su descontento. Como desde el inicio de la Revolución Francesa llegaban a Coro noticias de ella a través de Curazao y de los corsarios que durante la guerra franco-española aparecían frecuentemente en las cercanías de La Vela, los terratenientes corianos comentaban los sucesos, entre ellos José Tellería, el que tenía como huésped en su hacienda de Curimagua al mexicano José Nicolás Martínez, con quien en sus tertulias hablaba de los acontecimientos de Francia, del derrumbamiento del antiguo orden social, de la proclamación de la República y la igualdad para todos, de la ejecución del rey Luis XVI y de la guerra entre Francia y España.

Estas conversaciones, que comentaban los criados y esclavos, las escuchaba también José Leonardo Chirino, un zambo que estaba al servicio de Tellería, que había acompañado a éste en sus viajes de negocios a Haití. Ahora el zambo había sabido que los negros de esta isla se habían sublevado bajo las órdenes de Toussaint Louverture para hacer valer sus derechos y abolir la esclavitud. A hacer algo semejante, invitaba la agitación en que para aquellos momentos se encontraban los esclavos de la sierra. Por eso, a fines de marzo de 1795, José Leonardo empezó a tramar la conspiración, de acuerdo con los negros Cristóbal Acosta y Juan Bernardo Chiquito. El 10 de mayo promovieron un baile en la hacienda Macanilla y por la noche pasaron a la hacienda El Socorro, donde dieron el grito de rebelión. Allí José Leonardo proclamó la «ley de los franceses», la libertad de los esclavos y la supresión de los impuestos.

Todos eran libres, iguales a los blancos, dueños de su voluntad; asaltaron la casa de la hacienda, mataron al mexicano Martínez e hirieron al joven Ildefonso Tellería; pasaron a la hacienda Varón, donde mataron a José María Manzanos e hirieron a Nicolasa Acosta; las casas de La Magdalena y Sabana Redonda fueron incendiadas; al día siguiente nombraron comisiones para que fueran a levantar a los negros de Canire y El Naranjal; a Curimagua, donde dieron muerte a José Tellería y Pedro Francisco Rosillo; a San Luis, población que saquearon y en la que apresaron al alcalde. Esa tarde, reunidos otra vez en Macanilla, acordaron la marcha hacia Coro; al frente iría Cristóbal Acosta, mientras José Leonardo avanzaría por vía diferente para solicitar el concurso de otros grupos.

A media noche llegaron los negros a la aldea de Caujarao y ultimaron a los guardias del puesto de alcabala. En la ciudad ya sabían la proximidad de los insurrectos; enteradas las autoridades de que las armas que traían, no eran otras que palos y machetes, se organizaron en milicias y salieron a su encuentro. En el llano, al sur de Coro, tomaron posiciones; llevaban, además de otras armas de fuego, 2 cañones pedreros. Cuando los negros acometieron desordenadamente, sus columnas fueron destrozadas. En la corta refriega murieron 25 negros y quedaron 24 heridos.

El teniente justicia de Coro, Mariano Remírez Valderraín mandó decapitar a los heridos y a los prisioneros. José Leonardo, quien no llegó a tiempo para participar en el combate, al saber la derrota se internó en la serranía. Tres meses después, apresado en Baragua, fue trasladado de Coro a Caracas. La Real Audiencia, el 10 de diciembre de 1796, lo condenó a muerte en la horca y dispuso que su cabeza, en jaula de hierro y montada en un poste de 20 pies de altura, se colocara en el camino que va hacia los valles de Aragua y sus manos, remitidas a Coro, se fijaran, una en la entrada de Caujarao y la otra en Curimagua, en el sitio donde dieron muerte a José Tellería.

Fuente: http://www.minci.gob.ve

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