Hay que sembrar conciencia de conservación para nuestro futuro


Según el profesor Renan Vega en su libro Los economistas liberales: Nuevos criminales de guerra: El capitalismo es una relación profundamente desigual y el gran desarrollo productivo y la capacidad de consumo se concentran en los países centrales (Estados Unidos, la Unión Europea y Japón), donde se producen también millones de toneladas de desperdicios. No otra cosa son los automóviles, teléfonos, televisores, neveras, pilas… que, rápidamente inservibles, van a parar a la basura... y a los países pobres considerados receptáculo de las deyecciones que origina el consumo desenfrenado de los opulentos del Norte. Según el ecologista Barry Commoner, el planeta está dividido en dos: El hemisferio norte contiene la mayor parte de la moderna tecnosfera, sus fábricas, plantas de energía eléctrica, vehículos automóviles y plantas petroquímicas y la riqueza que la misma genera. El hemisferio sur contiene la mayor parte de la gente, casi toda desesperadamente pobre. El resultado de esta división es una dolorosa ironía global: los países pobres del sur, a pesar de estar privados de una parte equitativa de la riqueza mundial, sufren los riesgos ambientales generados por la creación de esta riqueza en el Norte.

Esa dualidad no es resultado de cierta disposición divina o natural, sino que se convierte en uno de los objetivos del nuevo desorden mundial capitalista y debe considerarse en sentido estricto como una característica propia del imperialismo ecológico. La destrucción acelerada de ecosistemas en los países dominados, la acentuación del saqueo de materias primas y recursos naturales, la biopiratería y saqueo de la diversidad biológica y cultural de los países dominados, el traslado de desechos tóxicos (nucleares y radiactivos) del Norte al Sur, el desconocimiento de la deuda ecológica que el imperialismo le debe al mundo dependiente, el intercambio ecológico desigual, la violación de las aguas territoriales de los países dependientes por parte de las flotas pesqueras de las grandes potencias, la exportaciones forzadas de especies animales y vegetales; todo estos factores de destrucción nace de un resultado directo de la generalización del capitalismo, de la apertura incondicional de los países a las multinacionales, de la conversión en mercancía de los productos de origen natural, de la competencia desaforada entre los países por situarse ventajosamente en el mercado exportador, de la caída de precios de las materias primas procedentes del mundo periférico, de la reprimarización de las economías, en fin, de la lógica inherente al capitalismo de acumular a costa de la destrucción de los seres humanos y de la naturaleza.


Los Estados Unidos, el país del mundo que más consume y despilfarra materia y fuentes de energía, ha proclamado como un asunto de seguridad nacional el control de las fuentes de petróleo y de materias primas estratégicas, y las guerras y genocidios que ha organizado en los últimos años están relacionados con la apropiación de importantes reservas de crudo. Basta recordar que en el documento Santa Fe IV se sostiene que el control de los recursos naturales de América Latina no sólo es una prioridad de los Estados Unidos, sino una cuestión de seguridad nacional. Desde luego, esa guerra mundial por los recursos que se libra entre las potencias (pero no en sus países sino en los territorios del Sur, convertidos en campos de batalla) tiene consecuencias ambientales evidentes al aumentar la presión sobre los ecosistemas, tendencia que es una continuación de procesos típicos del capitalismo desde la Revolución Industrial, como se evidencia al recordar que entre 1770 y 1995 la tierra perdió más de un tercio de los recursos existentes, una cifra impensable en cualquier otro momento de la historia humana y que "un 70% del bosque tropical seco ha desaparecido, junto con un 60% de los bosques de la zona templada y el 45% de la selva tropical húmeda".

El caso de la empresa Texaco (hoy parte de Chevrón) empezó a explorar los campos de petróleo en el norte del Oriente de Ecuador (alrededor de la ciudad Lago Agrio) a partir de 1964. Entre 1972 y 1992 la empresa extrajo 1.5 mil millones de barriles de petróleo de Ecuador; durante el proceso intencionadamente vertió 19 mil millones galones de residuos en la región y derramó 17 millones de galones de petróleo (para referencia, la catástrofe Exxon-Valdez derramó 11 millones.) Algunas organizaciones ecologistas han llamado la situación el peor desastre petrolero del mundo.


La compañía está acusada de no limpiar suficientemente la región a su salida en 1992 y de ignorar sus responsabilidades a las comunidades afectadas por sus actividades. Después de diez años de proceso legal, las cortes estadounidenses decidieron que la empresa debía someterse a las cortes ecuatorianas. A partir de 2003 este proceso ha seguido en Lago Agrio. Los demandantes representen cinco nacionalidades indígenas, ochenta comunidades, y más de 30.000 personas quienes quieren que Chevron repare las zonas afectadas, que costará $US6 mil millones. Chevron sostiene que ya ha limpiado la zona suficientemente. Sólo un 4% de sus desperdicios va a un relleno sanitario. El resto se transforma en electricidad y calefacción para miles de hogares.

En Suecia, la separación de la basura es parte de una cultura cívica. Más que una obligación, lo asumen como un beneficio por el goce del recurso energético. Esta eficiencia ha creado un déficit de desperdicios en el país por lo que recurren a la importación. Si una autoridad sueca paseara por zonas de América Latina donde abundan los montículos de basura pensaría que el dinero está botado en las calles. En Suecia, la basura es un recurso que se transforma en energía. El 96% de los desperdicios se recicla o se deriva a las plantas de incineración. Gracias a esto, un cuarto de millón de hogares se abastece de electricidad y el 20% goza de calefacción. Sus rellenos sanitarios reciben un escaso 4% de todo lo que los suecos desechan. De acuerdo con Avfall Sverige, la institución sueca encargada de gestionar los residuos, el éxito del sistema de reciclaje ciudadano está presentando una desventaja: escasea la basura para producir aún más energía. Por eso, la solución ha sido importarla desde Noruega mediante un convenio por el que ambos países se benefician.


A Noruega le resulta más rentable pagarle a Suecia para que se lleve 800.000 toneladas de residuos que procesarlos en el propio país. Y a Suecia le cae como anillo al dedo recibir el desecho para continuar generando más energía para sus habitantes. Suecia se anticipó a otros países en la transformación de basura en energía, pues inició en la década del 70 la expansión de las plantas de incineración. Una década más tarde fueron pioneros también en la reducción de emisiones, producto de esta incineración. Actualmente, han logrado reducir entre el 90% y 99% de las emisiones, mediante técnicas especiales que benefician el medio ambiente. Y todo gracias al reciclaje.


Conciencia ciudadana

Pero esta maravilla no es gratuita. Los suecos carecen de pereza si de reciclar se trata. Las campañas que décadas atrás inició el gobierno dieron buenos resultados, y hoy hogares y vecindarios mantienen la cultura de separar sus desperdicios como un hábito, o más aun, como un acto reflejo. No es extraño que el área de los edificios donde los vecinos depositan su basura esté dotada de varios contenedores. Ellos no se limitan a tres categorías, sino que tienen varios recipientes más hasta donde van a parar los desperdicios que cada familia previamente separó. En las casas separan orgánicos, metales, pilas, vidrios de color, vidrios transparentes, plástico duro, plástico blando, cartón y Tetra Pak, papeles, periódicos y revistas.

El basural más grande del mundo

Visto desde Google Earth se presenta como una enorme mancha marrón entre el predominante verdor de Río de Janeiro. En tierra firme, se trata del recientemente clausurado Gramacho, el relleno sanitario más grande del mundo, cuya superficie equivale a la de 130 campos de futbol juntos. La prefectura del estado de Río de Janeiro logró finalmente en junio de este año la clausura del basurero que comenzó a operar hace 34 años. No fue una tarea fácil. Este verdadero gran foco infeccioso, ubicado irónicamente frente a la icónica Bahía de Guanabara era la fuente de trabajo de 6.000 personas dedicadas al reciclaje en las peores condiciones de salubridad.


Las montañas de basura que alcanzan los 50 metros, similar a la altura de un edificio de 16 pisos, fueron el resultado del depósito en las últimas tres décadas de casi el 80% de la basura de la Ciudad Maravillosa, unas 8.000 toneladas por día.


Con el cierre de Gramacho, un programa de reinserción social ha indemnizado a los recicladores con cerca de US$7.000 y reciben clases de distintos oficios para su subsistencia. En cuanto a la basura, su destino final es ahora la Central de Tratamiento de Residuos (CTR). Las autoridades esperan lograr la recuperación del área en unos 15 años, pero el futuro de Gramacho será la generación de energía. Se construirá una planta de biomasa para transformar el metano propio de la descomposición de los desperdicios de este relleno en gas.


La naturaleza es un grifo económico y también un sumidero, pero un grifo que puede secarse y un sumidero que puede taparse. La naturaleza, como grifo, ha sido más o menos capitalizada; la naturaleza como sumidero está más o menos no capitalizada. El grifo es casi siempre propiedad privada; el sumidero suele ser propiedad común. Está absolutamente demostrado por todos los indicadores de deterioro ambiental que la ecología y el capitalismo son polos opuestos de una contradicción insalvable, puesto que el capitalismo se basa en la lógica del lucro y de la acumulación sin importar los medios que se empleen para lograrlo, ni la destrucción de recursos naturales y ecosistemas que eso conlleve.

En cuanto a la extinción de los recursos naturales estamos asistiendo al más acelerado exterminio de especies de seres vivos, la peor de los últimos 65 millones de años, ya que diariamente desaparecen para siempre unas 10 especies y anualmente unas 20.000. Esta cifra adquiere relevancia si se considera que en la última gran extinción de especies desaparecían dos o tres por año. Otro de los recursos que se agota rápidamente es la tierra fértil, convertida en desierto rural o urbano, deforestada y seca. Al mismo tiempo, la sostenibilidad de la tierra está seriamente en duda ante los procesos en curso, entre los que sobresale el calentamiento global, con sus consecuencias nefastas de alteración climática en todo el orbe, aumento en el nivel de los mares, inundaciones, sequías, huracanes, etcétera, fenómenos todos que pueden llegar a alterar el equilibrio químico-físico y biológico de la tierra. En lo que respecta a la injusticia social mundial, que se manifiesta en la concentración del ingreso y la prosperidad en reducidos sectores de las elites dominantes en todo el mundo al lado de la miseria y la pobreza de millones de seres humanos, tiene una relación directa con la apropiación de recursos y energía por esa minoría opulenta. 

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