Realidad actual que se vive en Venezuela a mediados del 2014


Esta entrada va dedicada a la situación actual que ocurre en mi país Venezuela, en lo que respecta los resultados de una ideología que busca la plena destrucción en todo ámbito, el ver que al final del camino, queda la opción de emigrar, porque no hay de otra.

Aquí he compilado una breve estadística y unos sentires de paisanos que están aquí y otros tristemente en una diáspora o exilio obligado, claro, tomando en cuenta que es por un deseo, de conseguir una calidad de vida. Ahora nos afecta es “si es que se logra emigrar”, porque nos limitan con controles y no dan divisas suficientes, y que boletos tampoco se consiguen, por deudas del gobierno actual con aerolíneas internacionales, en fin, esta es la realidad en que vivimos.

Luis Vicente León, presidente de Datanálisis en Venezuela, asegura que el fin de este periodo escolar 2014 "luce como el inicio de una fuerte oleada de emigración venezolana, concentrada en clase media." Además que 9% de la población venezolana indica que ha pensado en emigrar en un futuro cercano, a lo que agrega que "Es el nivel más alto registrado en este indicador" y que el 25% de la población venezolana indica que tiene un familiar o amigo que ha emigrado del país. "La inseguridad y la crisis económica son los motivadores principales de la emigración venezolana."

El deseo de emigración es significativamente más elevado en la población entre los 18 y los 35 años, con 10 puntos más que el promedio. Explica que "A diferencia de procesos migratorios clásicos de A.L., la disposición a emigrar venezolana es mucho mayor en clase media que en estratos bajos"



"El deterioro en el ánimo de la población, reflejado en sentimientos de frustración, miedo y desesperanza estimula procesos migratorios. Adicional a los costos sociales de la emigración, la salida de estratos profesionales representa un drama para la productividad nacional" explica.

"La capacidad del país de retener profesionales claves como los médicos está muy comprometida, especialmente en sus nuevas generaciones. A diferencia del pasado, las comunidades venezolanas en el exterior son amplias y sirven de receptores y facilitadores de nuevos migrantes."

CLARO Y RASPAO

Hubo una conferencia de un abogado norteamericano en un lujoso hotel de Caracas, tenía como tema central las condiciones legales que exige Estados Unidos para que extranjeros puedan trabajar legalmente y crear empresas allá. El evento estaba previsto como para 400 participantes con un pago de Bs. 4.000 por persona, se presentaron 1.200 participantes y a las 7 de la noche un agotado conferencista preguntó a su ultimo consultante: “¿por qué un profesional exitoso como tú, se quiere ir?”.

La respuesta lo impactó: "No es por dinero, ni por seguridad, ni por la escasez ni por la inflación. Es porque ya no soporto vivir en este gran rancho que es Venezuela". Esto lo puede apreciar no solo quien conozca mejores sitios en el extranjero, sino venezolanos que vivieron un país que estaba "en vías de desarrollo". Miren su entorno: calles llenas de huecos y policías acostados, cerros de basura acumulada, aguas negras corriendo por las calles; autopistas sin defensas, oscuras; zonas industriales semiparalizadas, comercios cerrados.

Venezuela es un país abandonado, derruido, descascarado, sucio y oscuro.

Adivinamos que ya el rancho está instalado en la cabeza de muchos venezolanos cuando hacen colas de horas no para comprar comida para sus hijos sino para revenderla, cuando no les importa perder horas hábiles esperando un número para comprar trapos en una tienda del Sambil. Cuando un pueblo cambia su dignidad por un plato de lentejas, estamos jo… Pasan cosas insólitas y ya sabemos que quienes las rechazan son los que preparan las maletas y abandonan el país, convencidos que pasarán muchos años "para que esto se arregle". Pero quienes se adaptan, aceptan, se conforman, esos son los que hacen que esta situación perdure. Mientras haya más venezolanos que se rebelen al maltrato y la humillación a que están siendo sometidos, haciendo colas, aceptando el racionamiento, quedándose callados cuando en los Bicentenarios y en Mercal les dicen que no pueden comprar ese día porque no le toca a su terminal de cedula o que no puede llevar tal producto porque ya lo compro esa semana.

Racionamiento cubano y ya sabemos lo muerto de hambre que esta el pueblo de Cuba.



Cómo soportar nuestra vida perdida en infinitos trámites, planillas de internet, colas y riesgos para sacar un documento, realizar cualquier permisología. El empeño en el control absoluto los ha llevado a la ineficiencia absoluta. Tiene que haber corrupción cuando para sacar un pasaporte (derecho que el gobierno está obligado a entregar gratuitamente) haya que cancelar a gestores que reparten con funcionarios internos cantidades que llegan hasta a 25.000 bolívares. Un país donde las mujeres hacen cola para parir, los muertos para ser cremados o velados, donde no hay gas en los hornos y el latón de las urnas escasea porque la empresa de Guayana que lo producía está quebrada. Un país donde no hay carros, comida, dólares ni pasajes. Los comercios están acorralados por el martillo oficial, inspecciones, multas.

Las empresas que continúan abiertas, están a menos del 40% de su productividad. Ningún servicio público funciona, llámese electricidad, aseo, agua, gas, transporte, salud o educación. Lo peor es que la ineptitud vienen acompañada de fanatismo: ellos juran que los médicos cubanos lo hacen de maravilla, que la colección bicentenario es mejor que la enciclopedia británica y que este pueblo los va a soportar porque Chávez vive y la lucha sigue. De cómo un país rico como Venezuela ha llegado a estos extremos paupérrimos sólo es explicable cuando se ve la calidad de la gente que está al frente del timón. Ni siquiera entienden el derecho a la protesta de ciudadanos indignados por tanto sufrimiento causado por un pésimo gobierno.

Creen que los quieren matar y lo que realmente desean es que se vayan para nombrar otros que sirvan y respeten a sus mandatarios, que son todos los venezolanos sin excepción. La ineficiencia está acompañada de corrupción.

Venezuela y sus desterrados.

Los venezolanos que han salido del país no son en estricto rigor exiliados. Ningún gobierno los ha condenado mediante decreto alguno a abandonar su patria. Eso sí, se han marchado en contra de su voluntad, pues nadie deja sus raíces por gusto.



En otras épocas, los reyes para acabar con sus oponentes aplicaban dos penas extremas: la muerte o el destierro. Si bien el destierro no tomaba la vida del enemigo, lo condenaba al olvido, previa confiscación de sus bienes y deshonra de su nombre. La ganancia para el poder era doble: lograban la eliminación, vestida de indulgencia. Para el desterrado, esta pena podía ser peor que la ejecución. Condenado a vagar por tierras extrañas, el desterrado perdía sus raíces y el sentido de su existencia, en una muerte lenta marcada por la nostalgia, la angustia y el dolor.

En tiempos modernos la palabra destierro fue sustituida por exilio, que tiene un marcado sentido político. Sin embargo, hay una diferencia fundamental. El exiliado es expulsado de su país, el desterrado es expulsado de un territorio. Así, aquel desterrado de su lugar de origen, pero dentro del mismo país, igual ha perdido su tierra.

Los venezolanos que han salido del país no son en estricto rigor exiliados. Ningún gobierno los ha condenado mediante decreto alguno a abandonar su patria. Eso sí, se han marchado en contra de su voluntad, pues nadie deja sus raíces por gusto. Se tiene que estar muy mal para tomar una decisión como esa: elegir perder la vida como se la conocía hasta ese día. Eso y no otra cosa es el destierro.

La gran mayoría de los cerca de millón y medio de venezolanos que viven en el exterior, sin haber sido expulsados, no pueden volver: están desterrados. Algunos perdieron su trabajo o su mediana empresa. Según cifras de FEDECAMARAS, el principal gremio de empresarios de Venezuela, en 15 años se ha perdido 440.000 fuentes de trabajo, de las cuales 220.000 eran empresas manufactureras. También están los jóvenes profesionales que no ven futuro, pues sus salarios han sido devorados por la inflación (70% se espera para este año) y no tienen acceso a vivienda y un cierto estándar de vida. El déficit habitacional de Venezuela está entre 2 y 3 millones de viviendas, según el presidente de la Cámara Venezolana de la Construcción, Jaime Gómez. La causa también puede ser vital: las personas huyen de un país donde cada año mueren 25.000 personas por la violencia delictual, como ha informado el Observatorio Penal Venezolano. Un país que, sin guerra declarada, vive en el conflicto civil del odio social y la impunidad del hampa.


Muchos piensan que los desterrados venezolanos son gente más bien acomodada y que los estratos de menores recursos no emigran. Pero también podría decirse que de Venezuela no se va el que quiere, sino el que puede. Cada día emigran más venezolanos, de cualquier condición, a algún lugar donde tenga un familiar o un amigo, prácticamente con lo puesto. El destierro cruza las barreras de las clases sociales y sólo puja por conseguir un pasaporte, cuando hay material para hacerlo y unos dólares para turistas a precio preferencial, que el Gobierno controla desde hace doce años. Escasean los pasajes de avión, pues a las líneas aéreas, el organismo controlador de las divisas, CADIVI, les adeuda 4.000 millones de dólares. Se han reducido los vuelos o sencillamente suspendido las operaciones en el país, como es el caso de American Airlines, Air Canada, Alitalia, Lufthansa y otras. La demanda triplica la oferta. Los aviones salen llenos y vuelven vacíos.

Pero hay otro tipo de desterrado, el que vive en su propio país. Los desterrados que viven en Venezuela son aquellos que no reconocen la tierra en que nacieron, los que ven con horror que en 15 años se la cambiaron por otra, que ya no es la suya. Un país en el que podía encontrarse de todo, está azotado por la escasez desde la comida y los medicamentos, hasta los autos. Horas de colas para comprar lo que antes se obtenía en minutos. Un país petrolero, que hoy no tiene asfalto, ni cemento, para mantener sus calles rotas. Un país que teniendo una de las mayores reservas hídricas del planeta y en el que más del 60% de la energía se genera en las hidroeléctricas, sufre continuos “cortes” de agua y electricidad. Un país donde la cotidianidad se ha convertido en una sucesiva cadena de malos ratos y en el que se puede morir en plena calle, con la mayor impunidad, porque no hay ley que resuelva el 96% de los 25.000 asesinatos anuales. Venezuela ha devenido en un país invivible.

Pero lo peor es el odio. Personas que no se conocen, se miran con desprecio y resentimiento en las calles si se sospechan de bandos contrarios. Gente que se amaba, ahora se rechaza, porque piensan distinto. Se han roto matrimonios, familias, amistades. Se ha construido una Venezuela partida en dos y ambas partes se detestan.

Desterrado el que se ha ido, desterrado el que se ha quedado. Sólo los autores de este desastre viven en su propia tierra.

Stephen Wolf

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