El mal habito de morder las uñas



Tener las uñas cortas puede ser beneficioso hasta cierto punto, para evitar los especiales cuidados e inconvenientes de mantenerlas largas. Sin embargo, el hábito de comérnoslas hasta casi desaparecerlas nos puede traer aún mayores problemas.

Cada parte de nuestro cuerpo tiene una función especial. Las uñas nos facilitan la tarea de recoger cosas y protegen de agresiones externas el extremo de los dedos. Por eso, el hábito compulsivo de comérselas (también conocido como onicofagia) es en extremo perjudicial, produciendo no solo alteraciones en los propios dedos, sino en la estética bucal y dental y hasta dificultades respiratorias e intestinales.

La onicofagia, nombre científico referido a la costumbre de morderse las uñas, se ha convertido en una de las patologías más frecuentes entre los niños. Según los datos, una de cada cuatro personas continúa con este hábito en la edad adulta. Los expertos explican que se trata de una manera de rebajar la ansiedad; sin embargo sus consecuencias pueden resultar dañinas para dientes y uñas. Cuando nos comemos las uñas reiteradamente, los bordes de la parte superior desaparecen, los lados se inflaman e inclusive pueden aparecer verrugas, sin dejar de mencionar la formación de cicatrices no muy fáciles de borrar.

Por otro lado, las uñas mordidas y posteriormente ingeridas se pegan a la faringe, inflamándola y generando complicaciones en el tejido pulmonar. Aunque normalmente pasan al tubo digestivo -causando terribles dolores abdominales- y se mezclan con las heces. En la mayoría de casos, las frustraciones acumuladas, la timidez y la baja autoestima provocan que el comerse las uñas se convierta en una obsesión. Por eso, la confianza en nosotros mismos y la seguridad en nuestro entorno social y familiar son fundamentales para no dañarlas. Unas uñas sanas también son reflejo de nuestro bienestar personal.

CONSECUENCIAS Y SOLUCIONES

1. TRASTORNO NERVIOSO

Morderse las uñas es un hábito nervioso relacionado con la ansiedad, quienes se muerden las uñas piensan que hacer algo placentero reducirá la carga ansiosa.

Este trastorno es similar, en cuanto al origen y el tratamiento, a otros como quitarse los pelos de las cejas o arrancárselos de la cabeza. La costumbre de morderse las uñas suele comenzar en la infancia, sobre todo entre los niños más nerviosos, tras superar la etapa de los chupetes o de chaparse el dedo. "Este hábito se manifiesta a partir de los 3 años, cuando el niño ha alcanzado la suficiente coordinación psicomotriz como para manejar sus movimientos sin herirse". Afecta al 45% de los niños, según datos de los psicólogos, sin diferencias apreciables entre los seños. La onicofagia se acaba automatizando de manera inconsciente.


Sin embargo, en muchos casos, la onicofagia perdura después de la infancia. Las estadísticas que manejan los expertos calculan que alrededor del 25% de los universitarios y el 10% de los adultos mayores de 35 años prosiguen con el hábito de morderse las uñas. ¿Por qué? La razón tiene que ver con la ansiedad. También se prolongará si el niño es castigado por morderse las uñas y se siente culpable; luego es más difícil de erradicar.

Los especialistas aseguran que por razones estéticas las chicas se preocupan antes que los chicos por evitar morderse las uñas y son las primeras en pedir ayuda. Por lo general, entre los 13 y 15 años las jóvenes empiezan a interesarse por cómo solucionar este hábito.

2. REPERCUSIONES NEGATIVAS

La incidencia de esta costumbre es excepcionalmente elevada. Si extrapolamos los datos porcentuales que manejamos, se podría decir que sólo en Estados Unidos unos 40 millones de personas padecerían este hábito nervioso. En general, podríamos hablar de que un 25% de la población se muerde las uñas.

La onicofagia tiene consecuencias negativas incluso en el día a día. Por ejemplo:

Se padece una evidente dificultad para realizar movimientos que requieren un largo mínimo de uñas, como recoger una moneda del suelo o separar una cinta adhesiva.

Las consecuencias más graves tienen lugar en el plano físico, en dientes, encías y en las propias uñas que pueden llegar a sufrir graves daños.

Es un problema estético, más que funcional, causado por la reiteración con la que se efectúa. Si se hiciera pocas veces, no sucedería nada, pero el repiqueteo constante de un incisivo contra el otro para morderse las uñas provoca que los incisivos superiores e inferiores se desgasten y sean más feos. Estos dientes son muy visibles cuando se sonríe, por lo que los efectos negativos de este hábito son más evidentes y las piezas dentales se aprecian recortadas.


Las uñas no crecen bien por el continuo mordisqueo al que son sometidas, además se crean microtraumatismos a lo largo de todo el lecho ungueal, la parte que se encuentra bajo las uñas, alterándose su anatomía. Los especialistas aseguran que se pueden provocar pequeñas infecciones por bacterias, virus, hongos o cándidas en la uña, porque entra en contacto con la flora de la boca y se está continuamente chupando y macerando. Infecciones que en muchos casos se trasladan a la mucosa oral. A veces también se ocasionan daños alrededor de la uña, se pueden provocar panizos que hacen que el dedo se inflame y duela. De la misma forma surgen padrastros y verrugas periungueales en la piel que rodea a la uña.

En el plano psicológico, este hábito provoca diversas reacciones fruto del mal estado de las uñas, la más común suele ser la vergüenza ante la posibilidad de que otras personas observen las uñas recomidas, los dedos infectados y heridos o un retraimiento cuando se trata de compartir actividades que conllevan la exposición abierta de las manos, como en las juegos de mesa con los demás. También la autoestima de una persona puede verse afectada, ocurre siempre que alguien sorprende a otra mordiéndose las uñas después de haberse comprometido a no hacerlo. Esta situación perjudica la imagen psicológica del individuo porque se siente incapaz de controlar su comportamiento y esto le crea un complejo.

3. CÓMO REMEDIARLO

Los diferentes especialistas que tratan casos de onicofagia coinciden en que la solución procede del campo de la psicología.

Las creencias populares hablan de que se deben cubrir las uñas con esmaltes o sustancias amargas que provoquen el rechazo de la persona en el intento por llevarse los dedos a la boca. Es un método poco eficaz, lo más recomendable es la ayuda psicológica.

En la infancia la responsabilidad de que el niño no se muerda las uñas recae directamente en los padres a los cuales se aconseja llamar la atención a los hijos pero sin darle demasiada importancia. Se trata de crear pautas para que controlen el hábito, pero sin concentrar demasiado la atención de los padres en este punto. Bastaría con un "te estás mordiendo las uñas, tienes que aprender a no hacerlo porque luego no quedan bonitas".


El problema se puede agravar si se reprende duramente al niño y se utilizan expresiones que puedan resultar hirientes como "no eres capaz de controlarlo". Jamás se debe castigar o reprochar nada al niño, porque echar la culpa no ayuda a controlar la conducta. Entre los métodos estudiados por los especialistas para abandonar definitivamente este hábito se encuentra la llamada:

Práctica negativa: se trata de una especie de terapia basada en morderse las uñas a propósito. Este método, aún en fase experimental, se centra en la técnica de la saciedad, en lograr que quien se coma las uñas se harte y sienta repulsión por ellas.

El sistema más utilizado actualmente por los psicólogos, con tasas de éxito de hasta el 80% es:

* Método inversión del hábito: el objetivo es que el sujeto cobre conciencia de los momentos en que se muerde las uñas y se dé cuenta de que no debe hacerlo en ese preciso instante. A través de una plantilla especialmente diseñada para este fin, las personas en tratamiento anotan los momentos exactos en los que se muerden las uñas: durante la lectura, viendo televisión, en época de exámenes, etc. Así los psicólogos les harán entender que esos son los momentos de máximo riesgo ante los que deben mantenerse alerta y esforzarse en no llevarse los dedos a la boca.

El plan detallado que elaboran los psicólogos como parte del tratamiento para abandonar esta mala costumbre se basa en las siguientes acciones:

* Identificar todas las situaciones en las que es probable que se muerda las uñas y anotar la frecuencia diaria con que se hace.

* Aprender acciones físicamente incompatibles con el hecho de morderse las uñas y realizarlas cuando se produzca la tentación de mordérselas.
Practicar ejercicios de relajación.

* Cuidarse a diario las uñas -hacerse la manicura- y mostrarlas constantemente a los demás.

Los expertos aseguran que desde el momento en el que una persona deja de morderse las uñas, éstas no se curarán hasta pasados 8 meses. Se debe esperar un mes y medio más para asegurar el abandono definitivo del hábito.

De todas formas depende del interés de cada uno y del tiempo que una persona dedique a tratarse, dándose casos de erradicación de esta mala costumbre en un solo mes.

ALTERNATIVAS PARA DEJAR DE MORDER LAS UÑAS

Los expertos indican que éste es un modo de aliviar la ansiedad ya que este momento se convierte en algo 'relajante' cuando estamos tensos. No obstante, las consecuencias pueden ser dañinas, aparte de para las uñas, para nuestros dientes. Es un hábito parecido al de arrancarse los pelos de la cabeza o de las cejas. Empieza a los 3-5 años pero normalmente a los 10-12 se suele acabar con él.

Generalmente el hábito comienza por imitación: esto es, porque los hacen lo que ven hacer a sus padres, aunque en ocasiones el origen se encuentra en la forma que tenemos de paliar la ansiedad.


Sus principales consecuencias no se ven sólo en las manos, en ocasiones los dientes y los labios se ven afectados y pueden producirse ciertas infecciones. Los dientes se desgastan, las uñas dejan de crecer bien con el tiempo y se ocasionan pequeñas heriditas alrededor del dedo que pueden llegar a causar dolor. Así mismo, se pueden causar pequeñas infecciones por bacterias, virus u hongos en los dedos y en la boca.

Pero también afecta al plano psicológico, provocando diferentes reacciones fruto del mal estado de las uñas. Lo más normal es la vergüenza ante la posibilidad de que otras personas nos miren las manos.

Pero, ¿cómo podemos erradicarlo? Este problema se palia única y exclusivamente con voluntad propia, sin ayuda externa. Lo primero que hay que hacer es tomar conciencia de cuáles son las situaciones que hacen que te muerdas las uñas: los nervios, el aburrimiento...También debes pensar cuáles son los momentos en los que no te las muerdes: mientras practicas ejercicio, mientras masticas algo... También debes hacerte autocríticas acerca del estado de tus uñas: "qué feas están", "las uñas me crecen horribles"...

Si tomas conciencia de lo que te hemos contado, sumado a tu voluntad de dejar el vicio, ya estarás dando un paso muy importante.


Otra forma de dejar el hábito es tener la boca ocupada: come regaliz, un chupa-chups, un chicle... Así no sentirás la urgente necesidad de morderte las uñas. También puedes probar a ponerte esmaltes con sabores amargos en las uñas, pero esto tiene un problema: muchos se acostumbran al sabor de dicho esmalte y siguen mordiéndose las uñas, por lo que no es un método demasiado efectivo. Prueba a limártelas o cortártelas cuando estén largas, ya que esto es bastante tentador.

Si tú hijo o hija se muerde las uñas, lo mejor es enseñarle que eso está mal y que tiene que aprender a evitarlo. Se aconseja regañar a los hijos cuando se lleven la mano a la boca pero sin darle demasiada importancia. Eso sí, JAMÁS habrá que castigarlo por hacerlo ni reprocharle nada ya que podría sentirse herido.

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